¿Te has sentido sin ganas, aburrido o con poca claridad de por qué haces lo que haces? Muchos de nosotros sí.
Es fácil caer en ciclos desmotivantes; sin embargo, investigaciones recientes han descubierto algunos de los factores que inciden en la motivación y demuestran que somos capaces de automotivarnos y de motivar a los demás.
Aquí abordaremos las habilidades e interacciones que están implicadas en el fortalecimiento de la motivación.
La motivación es un conjunto de factores neuronales y fisiológicos que inician, mantienen y dirigen la conducta, por lo que es uno de los aspectos que influyen en la variación de nuestro comportamiento a lo largo del tiempo.
Estudios recientes en neurociencias distinguen dos principales factores que inciden en la motivación: necesidades básicas o motivación instintiva, que está relacionada con nuestra supervivencia y salud fisiológica (hambre, sed, sueño, regulación de temperatura, etc.), por lo que dirigen la conducta hacia objetivos positivos específicos (positivos en tanto que promueven la salud).
Los estados instintivos sirven para tres aspectos particulares: dirigen o alejan la conducta hacia un objetivo específico; organizan conductas individuales en una secuencia coherente, orientada a dicho objetivo; y aumentan el grado de alerta, por lo que generan energía para la acción.
El segundo factor son las aspiraciones personales o sociales adquiridas por la experiencia; es decir, que son aprendidas y no son directamente necesarias para nuestra preservación. Este factor involucra procesos mentales tanto conscientes como inconscientes.
En la medida en que seamos capaces reconocer los factores del segundo tipo (es decir, los factores aprendidos o sociales que activan nuestra motivación), podemos automotivarnos y seleccionar estímulos en el medio ambiente que nos den este impulso. Para ello, es importante auto observarnos para identificar nuestras necesidades; tener claridad de nuestra intención al hacer las cosas, preguntándonos ¿por qué hago lo que hago?; identificar lo que nos gusta y lo que nos genera satisfacción y bienestar para procurárnoslo; ampliar nuestra perspectiva de las cosas para dimensionar nuestros problemas de forma adecuada; y reconocer los aspectos en nuestro ambiente que nos generan bienestar para aumentar esas experiencias, así como reducir las interacciones o factores que, por el contrario, nos reducen la energía, nos causan hastío o nos dañan.
La motivación influye en gran medida en la neuroplasticidad; es decir, en la capacidad del cerebro para aumentar y fortalecer las conexiones neuronales como resultado del aprendizaje. Querer modificarnos y desarrollarnos solo es posible si hacemos un esfuerzo activo porque suceda. La motivación (y la emocionalidad) es la “gasolina” que nos impulsa a actuar, que activa la curiosidad por aprender, que influye en nuestro sentido de propósito y que finalmente nos moviliza.
La motivación puede estar influida por muchas circunstancias. Algunas de ellas son el nivel de curiosidad; la percepción de novedad que genera entusiasmo y orienta la acción; y la sensación de logro. Respecto a esta última, la psicóloga Carol Dwech ha realizado múltiples investigaciones para comprobar que nuestra propia mentalidad o creencia influye en nuestra percepción de logro y, por ende, en nuestra motivación. Para muchos, las experiencias de fracaso generan sentimientos arraigados de insuficiencia, que generan una reacción negativa o evasiva ante circunstancias nuevas. Romper este ciclo es posible si cambiamos la actitud con la que enfrentamos los retos con curiosidad y ganas de aprender, aunque esto implique sentirnos “vulnerables” o en posibilidades de fallar.
Además, podemos generar relaciones en las que apoyemos el desarrollo de esta actitud, comprometiéndonos a lograr una tarea común, valorando y reconociendo el esfuerzo y el proceso de desarrollo, más que el resultado, y construyendo el sentido de lo que estamos haciendo entre todos, por mencionar algunas interacciones. Con estos cambios, podemos aumentar la conexión que tenemos con los demás y promover interacciones motivantes como un primer paso para desarrollar la automotivación.
- Feurestein, R. (1990). Teoría de la Modificabilidad Estructural Cognitiva.
- Davidson, R., & Begley, S. (2012) El perfil emocional de tu cerebro.
- Arden, J. (2010) Rewire your brain. Editorial Wiley.
- The learning potential assessment
- Kandel, E., Shwartz, J., & Jessel, T. (2001). Principios de neurociencia. Madrid: McGraw-Hill Interamericana de España.
- Chóliz, M., & Barberá, E. (1994). Prácticas de motivación y emoción. Valencia: Promolibro. https://www.uv.es/=choliz/LibroPracticasMotivacionEmocion.pdf