En los últimos años, diversas disciplinas iniciaron un proceso de replanteamiento del concepto de identidad; esta se plantea como un proceso dinámico, racional y de diálogo que está siempre relacionado con lo otro.

Varios autores consideran a la identidad como una manifestación de las relaciones interpersonales; es resultado de interacciones negociadas en las cuales se pone en juego el reconocimiento; proponen que la construcción de este reconocimiento se realiza desde tres niveles: reconocimiento de sí mismo, reconocimiento hacia otros y reconocimiento de otros hacia mí.

Algunos autores, como Belén Alonso, proponen que “cultura e identidad pueden ser entendidas como dos caras de una misma moneda, aun al punto de ser confundidas”. Esto implica que la cultura detona el proceso de identidad y, a su vez, el avance en este proceso demanda la ampliación del acervo cultural de la persona, formando así un círculo virtuoso de desarrollo.

La identidad es un proceso que dura toda la vida y, como adulto, tienes la responsabilidad de hacerlo consciente y fomentar su ampliación en los niños y los jóvenes. Esto se logra con el modelaje, es decir, mostrando la conciencia y valoración que produce la identidad.

Habilidades y talentos

Como educador tienes la responsabilidad de acompañar a los alumnos/hijos en su proceso de desarrollo y, para ello, es necesario que tengas muy claras la habilidades que vas a fomentar en estas personas.

En el caso del proceso de construcción de la identidad, el acompañamiento que puedes ofrecer a tus alumnos/hijos es hacerlos conscientes del valor de su historia como parte de este proceso de desarrollo de su identidad. Para lograrlo, debes ser consciente del valor que ofrece tu cultura en todos los ámbitos: como país (gastronómico, artístico, histórico); como familia (costumbres, expresión de las emociones) y como persona. Una vez logrado lo anterior, puedes acompañar a tus niños y jóvenes en este proceso.

Desarrollo de la identidad en niños y jóvenes

La identidad se desarrolla a lo largo de toda la vida y, como se mencionó al inicio de este texto, el reconocimiento es necesario para lograrlo. Por ello, a continuación se compartirán estrategias para fomentar estos niveles de reconocimiento.

Nivel 1: aquí se desarrolla la capacidad de aceptarse a sí mismo, para lo cual es indispensable el autoconocimiento. Esta habilidad se fomenta cuando, a través de preguntas, llevas al niño a conocerse y describirse más objetivamente; cuando la percepción es objetiva, él será capaz de aceptarse a sí mismo de forma generosa y empática.

Nivel 2: implica la posibilidad de observar a los demás y reconocerlos como parte del entorno inmediato. La habilidad que se pone en juego es la empatía. Para desarrollar la empatía, la propuesta es implementar actividades como ‘el juego del espejo’, que implica la observación y repetición de conductas del otro.

Nivel 3: el reconocimiento de los otros hacia mí, no depende de la persona sino del entorno. En este sentido, como educador debes tener presente la relevancia de retroalimentar al niño sobre sus logros y retos.