De manera habitual reaccionamos irreflexivamente y sin poner atención a nuestras emociones y sentimientos. Darnos una pausa para comprender nuestro pensamiento nos permite responder de manera constructiva e impacta positivamente en nuestro estado emocional y el de quienes nos rodean.
Este contenido aborda la diferencia entre reaccionar y responder y nos ayuda a comprender la relevancia de responder de forma constructiva.
Nuestras respuestas son las formas en que actuamos, reaccionamos e interactuamos con los demás y con el entorno. Es relevante reconocer que nuestras respuestas y comportamientos dan cuenta de nuestro desarrollo personal. Lo que sentimos y pensamos se expresa en nuestras formas de ser y en nuestros comportamientos.
En nuestro camino de vida acumulamos hábitos, esquemas y formas de responder al mundo; actitudes y comportamientos que se manifiestan en nuestras respuestas. Estas pueden ser automáticas, irreflexivas e inadecuadas y, en consecuencia, afectar nuestras relaciones humanas. En la medida en que creamos conciencia (trabajando, resolviendo y desarrollando habilidades), nuestras respuestas e interacciones con los demás y con nuestro entorno se vuelven más constructivas y pertinentes. Así, nuestras respuestas pasan de ser reactivas a reflexivas y, eventualmente, se vuelven generativas y co-creativas.
Nuestro entorno y el comportamiento de los demás tiene un efecto sobre nosotros; sin embargo, todos tenemos la capacidad de elegir cómo responder a ello.
Cuando algo malo nos sucede, esta situación nos genera un sentimiento al que reaccionamos de cierta manera o genera un comportamiento en particular. No obstante, investigaciones recientes han demostrado que no es el evento en sí el que causa la reacción emocional, sino lo que pensamos automáticamente después del evento. Por ello, si nuestros pensamientos no son claros, particularmente en respuesta a eventos negativos, pueden generar emociones y reacciones más fuertes de las necesarias. Además, si esto sucede cotidianamente, podemos generar patrones que afecten nuestra felicidad y la de quienes nos rodean a largo plazo.
Por ello, reconocer los pensamientos que resultan de distintas situaciones nos permite comprenderlos mejor, observarlos y manejar nuestra respuesta emocional. En otras palabras, cada vez que sucede algo, en vez de reaccionar instantáneamente, podemos hacer una pausa, respirar, tomarnos un momento para observar nuestros pensamientos e incluso reflexionar de dónde vienen y qué alternativas de respuesta tenemos.
En consecuencia, podemos hacernos responsables de nuestras acciones y sus consecuencias tanto positivas como negativas, reconociendo lo que sí está en nuestras manos cambiar.
Las investigaciones muestran que a medida que aprendemos a responder tenemos menos conflictos, reducimos el estrés y esto nos permite construir relaciones más armónicas, de manera que mejoramos nuestra calidad de vida.
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