Recuerda que una emoción es una respuesta fisiológica que surge como reacción a una situación, experiencia sensorial, idea, o recuerdo. Es inmediata, momentánea y puede experimentarse en diferentes intensidades.

Emocionarse, es decir, experimentar emociones, es parte esencial de tu vida e influye en tus acciones, aprendizaje y bienestar.

En la infancia, las emociones se viven de manera intensa, pero no siempre el niño puede reconocerlas, nombrarlas, describirlas o reflexionar acerca de ellas.

Como padre de familia y/o educador, ¿qué te toca hacer? Es primordial escuchar con absoluta atención, interés y generosidad aquello que tus hijos y alumnos te quieran compartir y, también, validar sus emociones tanto agradables como desagradables; es decir, hacerles saber que es válido sentirlas, no negar que existen o reprimirlas con expresiones como: “¿y por eso estás llorando?”, “los hombres no lloran”, “no vale la pena enojarse por eso” o “y, ¿eso te da miedo?”.

En el hogar o en la escuela es importante abrir espacios de diálogo que inviten a la reflexión, la descripción, el análisis, la percepción corporal de las sensaciones y emociones, para desarrollar y enriquecer un vocabulario emocional, ya que existen muchas palabras para nombrar e identificar las emociones y la intensidad con que se sienten, incluso para comentar acerca de las diferentes formas en las que se pueden expresar las emociones.

Estos espacios pueden abrirse usando estímulos como la lectura de un cuento, el diálogo alrededor de una obra de arte plástica, musical, un video, noticia, o alguna situación que se haya presentado en el hogar o la escuela. Las expresiones artísticas como la pintura, el teatro, la danza, la escritura son herramientas útiles para manifestar las emociones.